JUAN BAUTISTA DE ANZA (Militar y Colonizador)

23 de Octubre de 1950

Por Francisco R. Almada

Nació en el Presidio Militar de Fronteras el año de 1734 y fue hijo del Capitán del mismo nombre y apellido. Principió la carrera de las armas el 01 de julio de 1755 como Teniente de la Compañía de su pueblo natal; ascendió a Capitán el 12 de septiembre de 1759 y se le dio el mando de la Compañía Presidial asentada en El Tubac por orden del Virrey Marqués de las Amarillas. En su hoja de servicios que existe en el Archivo General de la Nación, Volumen 47, Ramo de Provincias Internas, constan las siguientes notas: “Aplicación: mucha; conducta: buena; Valor: Conocido”. El padre de este oficial murió a manos de los apaches siendo Capitán del Presidio de Fronteras. Tomó participación en cinco expediciones armadas que dirigió el Gobernador Juan Antonio de Mendoza en contra de los indios Seris. Posteriormente recibió órdenes de situarse al frente de un destacamento en el pueblo de San José de Pimas con motivo de la sublevación de la tribu de los Subabupas  y permaneció 6 años en la parte media del Estado. Fue de los Oficiales comisionados para dar cumplimiento al Decreto del Rey Carlos III, expedido el 27 de febrero de 1767, sobre la expulsión de los Jesuitas de todos sus dominios, habiendo aprehendido en sus respectivas misiones a todos los individuos de la Compañía de Jesús que se encontraban en la Provincia de San Francisco Javier (Sahuaripa), a los que condujo hasta el Pueblo de Mátape y de allí fueron llevados a Guaymas. Operó nuevamente en contra de la tribu Seri el año de 1769 formando parte de la Expedición de Sonora que comandaba el Coronel Domingo Elizondo  y le tocó dirigir una sección de 80 soldados pertenecientes a la II División que mandó el Capitán Diego Peirán. El 2 de mayo de 1772 se dirigió al Virrey Bucarelli planteándole la conveniencia de abrir un camino por tierra de la Provincia de Sonora hasta la Alta California, obrando de acuerdo con el Misionero Franciscano Fr. Francisco Garcés, y en consonancia con las ideas que su padre había expuesto antes de su fallecimiento. Repitió la instancia el 22 de enero y el 7 de marzo de 1773, y obtuvo la autorización superior el 17de septiembre siguiente. La expedición que encabezó el Capitán de Anza la integraron los Misioneros Garcés y Fr. Juan Díaz, 20 soldados pertenecientes a los Presidios que por su espontánea voluntad se inscribieron para participar en ella, otro más enviado desde la Ciudad de México como práctico en caminos en virtud de que conocía la región de la California, un indio natural de la Península llamado Santiago Tarrabal que les serviría de guía, otro más como intérprete, un tercero con plaza de carpintero, 5 arrieros y 2 sirvientes, con un total de 34 personas. Llevaban 35 mulas cargadas con víveres, municiones de guerra, equipajes, tabacos y “otros utensilios necesarios para terrenos ignorados” y 65 reses. Partieron del Presidio del Tubac el día 8 de enero de 1774, atravesaron sin novedad el Valle de la Muerte y después de un recorrido de 125 leguas llegaron al Río Colorado en donde trabaron amistad con la tribu de los Yumas que antes había visitado el Padre Garcés y cuya adhesión y vasallaje recibió en nombre del Rey de España. Los expedicionarios lograron salir a la costa de la Alta California el día 15 de marzo en un punto llamado San Carlos, situado a 227 leguas de distancia del punto de partida; el 23 arribaron a la Misión de San Gabriel en donde asistían cuatro franciscanos del Colegio de San Fernando de México, quienes se quedaron admirados de que con tan poca gente se hubiera ejecutado la travesía desde territorio sonorense y de cuya expedición no habían tenido ninguna noticia. Se repicaron las campanas en señal de júbilo y cantaron un Te Deum en acción de gracias por el arribo de Anza y los suyos. Les impartieron los auxilios económicos que les fue posible, así como toda clase de informes y el Capitán mandó a sus arrieros con cinco mulas de carga a la Misión de San Diego a traer algunas provisiones. El día 1° de Abril dispuso Anza que regresara la mayoría de los expedicionarios al Río Colorado, desde el referido punto de San Gabriel, por considerar que los víveres adquiridos no eran suficientes para que todos siguieran adelante; envió un correo extraordinario hasta el Presidio de Altar con pliegos para el Virrey de Nueva España en las que participaba su arribo a California y el 6 prosiguió su rumbo al norte, en compañía de 6 soldados. Arribó al puesto de Monterrey el día 18 siendo recibido con iguales manifestaciones de simpatía y emprendió el viaje de regreso cuatro días después. Estuvo de vuelta en San Gabriel el día 1° de Mayo y prosiguió el día 3, en unión del Padre Díaz que se había quedado a esperarlo; se incorporó a los restantes en el Río Colorado y arribaron de vuelta al Tubac el 27 del mismo mayo, después de haber hecho un recorrido de 594 leguas en un término de 160 días. Su hazaña fue premiada con el ascenso a Teniente Coronel y el Ayudante de Presidios Militares, Don Antonio Bonilla, lo cambió de la Jefatura del Presidio del Tubac a la del Terrenate. Poco tiempo después se dirigió a la Ciudad de México con el objeto de gestionar el pago de los gastos de la Expedición de California que había corrido a su cargo, en virtud de que no habían sido pagadas las letras que había girado desde Sonora; el 13 de noviembre entregó en mano al citado Virrey Bucarelli el “Diario” de la expedición y regresó autorizado para organizar y dirigir la segunda, que debería llevar incorporados a los pobladores del Puerto de San Francisco. Llegó a la Villa de Culiacán el 25 de mayo de 1775, principiando a reclutar voluntarios prosiguiendo para el Fuerte, Alamos, Buenavista, El Pitic, Ures y Horcasitas, hasta completar un total de 191 personas. Los demás hasta completar 240 que alcanzó el total de expedicionarios fueron Misioneros, soldados, arrieros y sirvientes, conduciendo estos últimos las mulas de carga y los ganados. Salieron el día 21 de octubre y lograron llegar a San Francisco por el mismo camino que había abierto con anterioridad, lo dejó poblado y regresó a su base. Como resultado de estas expediciones, trabó amistad con el cacique de la tribu Yuma Salvador Palma, y a su regreso de la segunda, llevó a éste y a otros dos más hasta la ciudad de México quienes se presentaron ante el Virrey a ratificar su vasallaje al Rey de España y a solicitar Misioneros, los que se encargarían de la evangelización de la tribu. Dichos Caciques recibieron el bautismo en la Iglesia Metropolitana el día 13 de febrero de 1777 y emprendieron el regreso por la vía de Durango, en cuya Catedral se les impartió el sacramento de la Confirmación apadrinados por el Gobernador Don Felipe de Barry y dos Canónigos del Cabildo. Sin desmerecer el entusiasmo y el mérito de Anza como explorador y colonizador, hay que consignar que estas expediciones no constituyeron un esfuerzo personal aislado suyo, sino que formaron parte de un programa trazado y encauzado desde la capital de la Nueva España por el Virrey Bucarelli. En la memoria que entregó al Caballero Teodoro de Croix al arribar a la Ciudad de México con el nombramiento de Primer Comandante General de las Provincias Internas, sobre los problemas que tenía que afrontar, en este particular le expresaba los siguiente: “Por acuerdo de Don Pedro Fages que mandaba en Monterrey, y con el Presidente de aquellas Misiones, las dificultades que siempre ofrece, lo que se establece de nuevo tan distante de lo que le ha de dar fomento, y la abundante mies que se presentaba para la comisión del Evangelio, resolvieron al Padre Fray Junípero Serra, casi moribundo, a venir a esta Capital para establecer sus solicitudes e informarse de viva voz lo que pocas veces puede expresarse con tanta persuasión por escrito. 45: Oile a su arribo, conocía el apostólico celo que lo animaba y conocía en sus ideas lo que a mí me parecía conveniente. 46: Ya en aquel tiempo recelaba el Rey el establecimiento de los rusos en el Continente por el inglés Brings, sueco Saladre y ruso Tehericon. Ya Don Juan Bautista de Anza me había propuesto la práctica del antiguo pensamiento de su padre de buscar el desengaño de que si California era o nó una isla separada. Ya sabía yo que el Alférez de Fragata Don Juan Pérez deseba reconocer mayor  altura y, ya con estas noticias, formé el plano que me propuse seguir determinando a un mismo tiempo el relevo del Capitán Fages (de que me he arrepentido muchas veces después que lo conocí), el destino de Don Fernando De Rivera y Moncada para que los sustituyese, el aumento de la tropa para que se estableciera en las Misiones proyectadas; la marcha del Capitán Anza para abrir la comunicación por tierra con Monterrey; la de exploraciones de la costa Septentrional en la Fragata Santiago a cargo de Don Juan Pérez y la de que se reconociese por el Brigadier Don Agustín Crame, el terreno intermedio entre Coatzacoalcos y Tehuantepec, como que podía ser urgente el pasar Mar del Sur artillería y pertrechos y como que lo era asegurarse de su posibilidad. 47: todo se puso en movimiento a un mismo tiempo, precedidas las respectivas instrucciones, y todo tuvo tan feliz éxito que Perez logró tomar tierra, trató a los Indios y cambalachó con ellos; Moncada desde la antigua California marchó con los refuerzos que necesitaba la nueva; el Presidente de las Misiones volvió a su destino contento con los auxilios que se le acordaron; el Capitán Anza desde Sonora logró el feliz tránsito a la costa llegando hasta Monterrey y el Brigadier Don Agustín Crame encontró no solo posible lo que buscaba, sino señales de camino abierto en lo antiguo por donde se condujo artillería... 50. Dispuse al mismo tiempo otra expedición por tierra que consta en los número 99 y 100, a cargo del Teniente Coronel Juan Bautista de Anza, para que desde Sonora por el mismo camino que había descubierto en su primera expedición, condujese a Monterrey tropa, familias, pobladores y cuanto era anexo a la ocupación del Puerto de San Francisco, para que ya en los buques se remitiesen víveres...”.

 

El Teniente Coronel Anza regresó de la ciudad de México con el nombramiento de Comandante de las Armas en la Provincia de Sonora, expedido por el Caballero de Croix, habiendo hecho su arribo al Presidio de San Miguel de Horcasitas el 22 de mayo de 1777; fue comisionado en seguida para dirigir la construcción del edificio destinado a la Compañía de Tucson, y exactamente dos meses después recibió el despacho de Gobernador de la Provincia de Nuevo México; pero no partió a tomar posesión de este destino hasta diciembre siguiente. Durante su administración en Santa Fé de Nuevo México comisionó al Cadete Bernardo De Miera y Pacheco para que levantara el plano general de la Provincia de su mando; fue el primero que se ejecutó. Llevado de su espíritu incansable de explorador y batallador, personalmente organizó y comandó una tercera expedición que partió desde la expresada Villa de Santa Fe hasta la ciudad de Arizpe, sede del Gobernador y Comandante General de las Provincias Internas de Nueva España, y dejó señalada la ruta directa para el tránsito de personas y mercancías entre ambas poblaciones. La expedición se formó por 60 soldados veteranos, 53 milicianos y 36 indios auxiliares y corrió mayores peligros que las dos que había conducido a California, en virtud de que tuvieron que atravesar el territorio habitado por la apachería que seguía en estado de independencia y rebelión de las autoridades españolas. Salieron de Santa Fe el viernes 10 de noviembre de 1780 llegando sin novedad a Arizpe el 18 de diciembre, después de haber recorrido 21 leguas y registrándose un combate contra Apaches a quienes dominaron en San Jácome; en diversas ocasiones la expedición tuvo que hacer alto en atención a que espías y cortas partidas enemigas los seguían a distancia prudente, a los que en vano trataron de aprehender. La Expedición descansó varios días en Arizpe. Anza trató con el Caballero de Croix diversos negocios relacionados con la Provincia que gobernaba y emprendieron el viaje de regreso por la misma ruta, habiendo arribado a Santa Fé el día 1° de Febrero de 1781. Anza fue separado del Gobierno de Nuevo México en 1784 por el Brigadier Felipe de Neve,  Comandante General de las Provincias Internas, bajo el cargo de malos manejos administrativos; pero dos años después el Brigadier Jacobo de Ugarte y Loyola, que desempeñó igual mando superior,  lo reivindicó ante las autoridades reales, obtuvo el ascenso a Coronel y se le encomendó el mando de las armas en la Provincia de Sonora, en sustitución del coronel José Antonio Rengel que había marchado a México con licencia. El Virrey Don Manuel Antonio Flores le concedió el mando de la Compañía Presidial de Tucson y ejerció ambos mandos hasta su fallecimiento ocurrido en la Ciudad de Arizpe el 18 de diciembre de 1788. Sus restos mortales fueron sepultados en la Iglesia del mismo lugar. Fue uno de los principales batalladores en contra de los indios rebeldes durante la segunda mitad del siglo XVIII y junto con el General Perea los colonizadores más distinguidos de la historia del Estado. Su viuda Doña Ana Regina Pérez Serrano también murió en Arizpe el año de 1800.