CAPITULO VII: El Presente y el Futuro de Nuestra Escuela
Cuarenta años de trabajo
académico es una notable cantidad de tiempo. Cuarenta años de esfuerzos y
dedicación en la loable tarea de formar Ingenieros Civiles en la Universidad de
Sonora bién valen la pena celebrarlos, contagiados
todos por el inolvidable pasado, por el no menos orgulloso presente y por un
futuro que indudablemente tendrá que ser mejor.
Atrás quedaron los días
de creación, consolidación y desarrollo de nuestra querida Escuela de
Ingeniería, para dar paso a un vigoroso presente que habrá de enfrentar con valor e
inteligencia a un futuro que se muestra cada vez más con mayores retos y
complicaciones. Atrás quedaron los esfuerzos de los maestros pioneros que se dieron a la tarea de
organizar una Escuela de Ingeniería respetable y digna, misión que fue abrazada
por quienes continuaron la prestigiosa labor docente en los siguientes años de
vida de la institución.
Formar Ingenieros Civiles
no es tarea fácil, como tampoco fácil es estudiar la Carrera. Las frías
Matemáticas y los formales principios Físicos que trastocan la calma de cualquier estudiante,
esconden detrás una valiosa disciplina que contribuye a darle un carácter
científico al Ingeniero, quién además deberá ser lo suficientemente
pragmático en un complicado encuentro
con la optimización de los recursos y el adecuado manejo del personal. Como un
valeroso capitán de barco, su don de mando dará cuerpo a aquel importante
proyecto que habrá de construir con el objetivo incuestionable de hacerlo con
alta calidad; ésta es la misión que justifica su diario proceder.
El Ingeniero Civil es un
trabajador social de primer orden, pues es el responsable de construir la
infraestructura sobre la que el hombre vive y se desarrolla. Es uno de los
profesionistas con mayor impacto en el bienestar social; el médico requiere de
hospitales, el abogado de edificios, el industrial de espacios para sus
procesos, el comerciante de vías de comunicación, y absolutamente todos necesitamos
agua potable en calidad y cantidad suficientes, sin olvidar los sistemas de
drenaje sanitario y de seguridad pluvial que complementan tan imprescindible
servicio.
El impacto social del
Ingeniero Civil es de grandes dimensiones, no hay duda, razón por la cual nuestra Escuela de
Ingeniería adquiere una importancia mayúscula; no es de extrañar que el Lic.
Luis Encinas Johnson (un prolífico visionario industrial que sería Gobernador
de Sonora), en sus tiempos de Rector haya ido personalmente a buscar quién sería el fundador de nuestra Escuela; el sabía que era indispensable formar Ingenieros para el
desarrollo futuro del Estado... y no se equivocó; una de las arterias
principales que divide por su centro a la ciudad de Hermosillo lleva su nombre.
La Escuela de Ingeniería
ha sido capaz de proveer una suficiente cantidad de profesionistas al servicio
del medio productivo de esta región del país, así como también ha otorgado la
oportunidad de encontrar un desarrollo personal a más de tres mil egresados, ayudándoles en su
incorporación a la sociedad con el mejor de los recursos: un título
profesional.
Pero el avanzar no ha
sido fácil, y a la Escuela de Ingeniería le ha sucedido lo que al hombre en la
vida; ha tenido que atravezar por momentos en verdad
complicados, pero ha salido airosa. Aquella huelga de estudiantes en 1966 y la
huelga general de 1967, la renuncia de profesores en 1974; aquella huelga
general de 1976 y la departamentalización de 1978; los conflictos en la
aplicación de una Ley 103 durante los ochentas y la implementación de una nueva
legislación universitaria en los noventas, todos estos acontecimientos
indudablemente que han dejado un aprendizaje valioso al paso del tiempo,
superando las peligrosas confrontaciones que tanto lastiman al progreso.
Hemos de reconocer que
aún la distancia es considerable entre el estado actual de nuestra Escuela y
las características de alta calidad que
todos quisiéramos darle. Calladamente aún soporta la ausencia notable de equipos
de laboratorio, un equipamiento deficiente de aulas y condiciones
administrativas poco propicias para un aprendizaje efectivo, deficiencias importantes que debemos subsanar; sin
embargo, no estamos detenidos y la gestión sigue su curso en búsqueda de
resolver muchos de estos problemas para beneficio de las generaciones por
venir.
El futuro se muestra
complicado. Los problemas económicos de un país como el nuestro, caracterizado
por crisis recurrentes provocadas por un movimiento político inestable y
salpicado de confrontaciones, han configurado una nación con grandes retos en
el corto plazo. Ha llegado el momento de producir más y mejor con menos, de abordar el compromiso social
con un mayor impacto que en el pasado, y para ello la creatividad jugará un
papel de insospechadas dimensiones. Nunca como ahora tendremos que hacer uso
del ingenio que caracteriza a nuestro nombre profesional para imaginar y poner
en marcha nuevos procesos, nuevas formas de hacer las cosas, nuevas
metodologías y tecnologías que modifiquen el entorno social y el escenario
productivo. La Escuela de Ingeniería tendrá que adaptarse a este nuevo
movimiento de fin de siglo que intentará conformar la nueva era en la vida del
hombre. Su plan de estudios deberá adaptarse al movimiento moderno con mayor rapidez
que en el pasado.
Cuando en 1958 el
Ingeniero Delgado diseñaba el plan de estudios de la Carrera de Ingeniero Civil
existían condiciones muy distintas a las de hoy en día. La regla de cálculo,
computador primario lento y restrigido, era el
instrumento principal con el que se conformaban los proyectos de Ingeniería.
Hoy las computadores ocupan un espacio en la más
modesta oficina y cada vez más llega a mayores terrenos domiciliarios
convirtiéndose no solo en un medio para manejar datos, sino también para
establecer poderosas redes de comunicación. La educación en el próximo milenio
estará basada, sin duda, en las aplicaciones digitalizadas del computador, las
videoconferencias y el uso práctico del aprendizaje en el medio productivo
real... la educación in situ. El cambio será rotundo.
Pero ninguna de las
modificaciones tendrá tanta trascendencia en el proceso educativo del futuro
como lo será sin duda la creación de una nueva forma de programar los cursos.
En el pasado, la administración escolar asignaba las materias que el estudiante
debía cursar en todo un año; en los setentas, la Escuela de Ingeniería fue
pionera en establecer el sistema de créditos y el plan semestral, donde la
asignación de materias quedaba a juicio del estudiante ofreciendo la oportunidad
de tomar los horarios que más le convenían durante un semestre; este sistema
aún prevalece, pero ha demostrado poca efectividad: seis materias son
demasiadas para una adecuada atención diaria. Un nuevo procedimiento se ha
ideado en la Escuela de Ingeniería en una constante búsqueda de un
procedimiento mejor: el Plan Modular, cuya propiedad fundamental consiste en
que el semestre se divide en tres módulos, en cada uno de los cuales el
estudiante reduce su carga académica a dos materias, con más tiempo diario de
atención al curso y disminuyendo su carga
a cuatro horas en vez de seis al
día como actualmente sucede, teniendo oportunidad de mejores horarios y más
tiempo de estudio en casa. Aún no ha sido posible implementarlo, pero no hay
duda que en el futuro deberán intentarse esquemas similares en la necesaria
búsqueda de una mayor eficiencia y un mejor índice de aprovechamiento; el
promedio de calificaciones de los egresados de la Escuela de Ingeniería debe
mejorar y poco más de la mitad de los que se inscriben desertan.
Hay otro aspecto que
deberá ser considerado para el futuro de nuestra Institución; la creación y
consolidación de un programa de estudios de posgrado en Ingeniería. Cuarenta
años son muchos sin haber alcanzado la madurez académica y la reputación
intelectual que un posgrado ofrece a las instituciones universitarias. Se hizo
un esfuerzo considerable a mediados de los ochentas en la administración del
Ing. Moreno Nuñez, pero lamentablemente el proyecto
no pudo ser concluido. Así también, es imprescindible hacer esfuerzos por
consolidar una carrera semiprofesional importante: la
de Técnico en Construcción, opción educativa que daría la oportunidad de
profesionalizar a los “maestros de obra” de la próxima generación. En estos
momentos se encuentra en período de revisión final un proyecto para la creación
de la Carrera de Topógrafo que vendría a incrementar la oferta educativa de la
Universidad de Sonora.
Dentro de estas
expectativas de transformación, no deberá descuidarse el establecimiento de
programas de formación de profesores y el actuar con especial cuidado en buscar
los mejores talentos para continuar con la tarea de enseñar Ingeniería en los
próximos años. El Estatuto del Personal Académico de la Universidad de Sonora
es un brillante instrumento para la contratación adecuada del personal docente;
el respeto irrestricto a esta norma será trascendental para dar la oportunidad
de practicar la docencia a los candidatos con mayores posibilidades de éxito.
Finalmente, en el aspecto
político, los miembros de la Escuela de Ingeniería deberán ser cuidadosos en no
repetir aquellos lamentables días en que la división entre los compañeros era
lo cotidiano. Demasiado tiempo y esfuerzos han sido perdidos en el
clientelismo, el revanchismo y la práctica indeseable de autoritarismos que
solo han producido heridas que aún no cierran completamente, pero que
seguramente habrán de borrarse con el pasar de los años. No debemos permitir
que haya ganadores ni perdedores en los futuros procesos electorales, sino que
debemos convencernos de que juntos hemos de luchar para alcanzar un objetivo
común: la excelencia.
Nada podrá ser mejor para
nuestra Escuela de Ingeniería que el convencernos en un propósito colectivo de
realizar todos un sincero esfuerzo por engrandecerla, y entregarla así a las
próximas generaciones libre de resentimientos y de confrontaciones
estériles, convencidos de llevar
dignamente la misión de lograr que sus egresados sirvan con un comportamiento
ejemplar en la tarea social de crear los espacios y las obras que permitan un
seguro tránsito hacia mejores niveles de
vida de los mexicanos.
Esta Historia ha tratado
de rescatar aquellos hechos y nombres de personalidades que han contribuido a
consolidar el proyecto visionario de formar Ingenieros Civiles en Sonora; y lo
hemos hecho convencidos también de la necesidad de robustecer el valor de
nosotros mismos como profesionales y como universitarios en estos años de fin
de siglo.
La Ingeniería Civil
seguirá requiriendo talentos a medida
que el tiempo avanza, y con seguridad ahí estará la Escuela de Ingeniería de la
Universidad de Sonora para entregarlos gustosa al servicio de nuestra sociedad.
¡Felicidades Escuela
de Ingeniería de la Universidad de Sonora en su 40vo. Aniversario!