MIS MOTIVOS PARA ESCRIBIR
Por Fernando A. Galaz
19 de Diciembre de 1956
Autos de
todos tamaños, modelos y marcas
raudos pasan dejando en el ambiente la
pestilencia de sus deyecciones gasolinarias, pesados camiones, veloces patrullas, ruidosas motocicletas y
endebles bicicletas congestionan al
tránsito citadino; por las aceras, como
hormiguero humano el artesano, el obrero, el hombre de negocios, pequeños
comerciantes, oficinistas en veloz competencia con la empleadita de comercio,
el ama de casa grande, la costurera, la recamarera, la obrerita industrial,
ágil, graciosa y gentil, todo este remolino humano nos sirve de síntoma de la
cotidiana y cruenta lucha por la vida.
A este
terrible ajetreo unimos la nivelación de calles, demolición de barrios enteros,
el resurgimiento de otros nuevos, la apertura de rúas citadinas, nuevos
comercios, nuevas industrias, el salto tremendo de la agricultura, de la tierra
brotan como pescuezos de jirafas las torres de las emisoras y como elefantes
dormidos los altaneros edificios de varios pisos, casas de cajones de concreto,
electricidad, gas neón, radiolas, radios, televisores. Es el progreso que está haciendo de aquel
Hermosillo de 1910, apacible, tranquilo, oloroso a azucena, limpio y culminante, una ciudad febril, agitada, inquieta en la que estalla
una sinfonía de estridencias horribles
envueltas en el vaho pestilente de gasolina y diesel quemado.
Pero no
solamente en estos aspectos nuestra ciudad va perdiendo su fisonomía, sino que
también en lo que es más sensible, en el aspecto humano, van desapareciendo
poco a poco los viejos hermosillenses entre los que se encuentran descendientes
de personajes ilustres. De noble
prosapia, de sangre azul que jamás han hecho ostentación de su linaje, en
el revolucionario sincero, el comerciante bonachón, el industrial honrado, el
patrón liberal, el bohemio, el tipo
popular en fin… se van yendo para no volver hombres, mujeres, niños, casas,
calles, comercios, industrias de ayer que se van arropando en el delicado y
tibio perfume del recuerdo. Los
motivos relatados y la intensión de que
estas cosas no se pierdan en el olvido, el afán de mostrar a las - que se
fueron a estas yendo nuevas generaciones- para que aquilaten y tomen como ejemplo el aspecto humano y los recios
perfiles de nuestros hombres y mujeres
de ayer, nos impulsó la vanidad si se
quiere, para relatarlas en forma
sencilla, con brocha gorda, sin adornos literarios, por que nuestra
cultura no llega a tanto, sucesos y relatos que llevan impresa nuestra manera de sentar, de ver las
cosas, en la que figuran usted, yo,
aquel, como actores, pero que tienen la virtud de que en su esencia es la
verdad que se dice, es la franqueza que habla, es la amistad que aflora, es la
alegría o tristeza del pueblo que vive la angustia de sus ideas truncas y
expresa su optimismo y fe en las instituciones que nos rigen, y su buen honor
ante la tragedia y el arcano (misterio) de la vida.
Cuando
empezamos a barbarizar en esta columna, repetimos, nuestro deseo fue dejar una
pequeña estela del Hermosillo de ayer, sus hombres, sus mujeres, sus casas, sus
instituciones y jamás creímos que el fósforo nos alcanzara para tanto. Dos años
hemos cumplido en esa senda, y si hemos
llegado, lo debemos a las gentiles frases de aliento de unos y de otros, y la
cooperación que nos han presentado; a todos ellos, como cumplido homenaje de
gratitud y reconocimiento, nuestros
votos (no son del PRI ) por su bienestar personal, el
de los suyos y porque en el año que ya asoma sus narices se realicen anhelos.
Salud y
muchas gracias a las señoras Guadalupe B. Vda.
De Mendoza, Ernestina M. Vda. De Zamora, Zoila R. de Palafox, Enriqueta
de Parodi, Eloisa Iñigo de Madero, Margarita M. de
González, Srita.
Sarita Thompson,
Profa. Josefina B. Núñez, Amparito Aguilar, Lupita Mendoza, Coronel Dolores Matus, Ing. Adalberto Sifuentes,
Dr. Zamora, Dr. Pennock, Dr. Mendívil
Tirado, Dr. Michel,
Dr. Durán Vázquez, Lic. Ramón Corral D., Lic. Francisco Duarte Porchas, Lic. Rafael de