“CUENTOS” ACERCA DE LOS ECLIPSES.
Por Eliseo Ramírez Alvarez
Junio de 1984
El pasado
eclipse nos sirvió para reflexionar en que por uno de esos rayos de luz que se
cuelan por los agujeritos de un techo de lámina, nos envía el Sol su propia
imagen eclipsada, inclusive, como fue el caso del miércoles 30 de mayo de este
año 1984. Algunas personas observaron de
este modo el astral fenómeno, con base en los principios de Física que llevaron
al descubrimiento de la cámara fotográfica, un orificio practicado al exterior,
proyecta invertida, la imagen de un objeto foráneo en la pared del fondo de un
cuarto oscuro.
Se completaría un libro con lo que nuestros
antepasados creían sobre los eclipses del Sol y
En el
Hermosillo de nuestros días, gente hubo que no salió de su casa durante el
eclipse, y muchas mamás no llevaron a sus chiquitines al jardín de niños o a la
escuela primaria por haber en el ambiente un aire de misterio y expectación.
Y nadie
podrá negar que no hubo razón supersticiosa en algunos
de los casos. No habrán faltado quienes
hayan prendido el listoncito o trapito rojo en las ramas de algún árbol frutal
para librarlo del daño. Y de seguro que
le echarán al eclipse los casos de labio leporino principalmente en los niños
nacidos posteriormente a esa fecha y hasta nueve meses después al igual que los
casos de animales de granjas o domésticos, con alguna patita extra o algún
miembro deformado.
Una de las
más fehacientes evidencias de añeja y pagana superstición en nuestros días son
los llevados y traídos horóscopos con que algunos editores entretienen y
embaucan a sus lectores. Las personas que, por temor de algún daño no salieron
de sus casas durante el eclipse, dragoneando de astrólogas y naturistas,
¿Cómo pueden probar la influencia de los
astros sobre sus vidas? ¿Cómo fue que pudieron librarse de la influencia
misteriosa del Sol y de
Muy mal
acreditados, por cierto, habrán dejado a Marte y a Venus, por ejemplo.
¿Necesitarán estos astros perforar los techos y acechar las horas en que salgan
a la calle, para protegerlos o maleficiarlos?. En Guaymas del siglo pasado, cuenta Alfonso Iberri “Una noche la
luna se eclipsó ….. y desde
que el satélite comenzó a entrar en cono de sombra, en todos los lugares
habitados por los yaquis se produjeron ruidos
ensordecedores de tambores y botes de hojalata golpeados con piedras y con
palos para despertar a la luna que se había dormido”. Los ruidos por cierto fueron fáciles de oír y
de identificar por la pequeñez, el
silencio y la tranquilidad del Guaymas de aquel
tiempo.
Y en el
siglo XVIII, el misionero Juan Nentving quería que
las autoridades fueran más celosas y estrictas para reprimir “supersticiones y
vanas creencias”; en ocasión de un eclipse por el cual los indígenas quisieron
repicar las campanas de
En nuestra
latitud el Sol se oscureció parcialmente; San Luis
Potosí prometía un espectáculo completo pero vio frustradas sus esperanzas por
las nubes. Los habitantes del Distrito
Federal solo vieron nubes como si no les bastara su “smog”.
Jalisco tuvo cielo despejado para que los jaliscienses disfrutaran un espectáculo extraordinario en relación con el curso de los astros sobre
el cual se hizo tanto ruido, aunque no fue de tambores ni de botes.