EL MAIZ Y EL CASTIGO UNIVERSAL: UNA TRADICION.

Por Ernesto Camou Healy

Junio de 1984

Por la parte mas alta de la Sierra Madre Occidental, en el municipio de Yécora, hay una comunidad de pimas sonorenses.  Tienen su centro ceremonial en Maycoba donde veneran a su santo patrono, San Francisco de Pimas.  Le celebran su fiesta el día 4 de octubre y le dan gracias por los favores recibidos: las lluvias abundantes, la buena cosecha, el maíz que los alimenta. En esa región, todavía relativamente incomunicada, han vivido los pimas desde hace cientos de años. Su situación económica no ha sido nunca boyante.  Hace menos de veinte años funcionaba aún  una verdadera tienda de raya en un aserradero en el cual trabajaban pimas y meztizos.  El médico de la compañía solo los atendía si sufrían un accidente en el trabajo y luego les descontaban de su magno salario tanto la consulta como las medicinas.

 

La economía de los pimas gira alrededor de la agricultura de temporal, maíz, y frijol, la ganadería “ a medias” o propias y el escaso trabajo asalariado en su región. Sin discusión el maíz, como en casi todos los pueblos campesinos o indígenas del país, es el centro de la vida de la comunidad.  La economía gira a su alrededor, los ritos, mitos y leyendas también.  La fiesta patronal coincide con el término de la cosecha. La otra fiesta importante, San José, marca el inicio de las labores agrícolas.

 

En un estudio de una antropología (Margarita Nolasco, Los Pimas Bajos de la Sierra Madre Occidental), se menciona un viejo mito pima en el que se habla de las catástrofes que ha sufrido el universo y los castigos que a través del maíz se le han impuesto a la humanidad; “Ya dos veces se ha gastado el mundo, una vez se quemó todo entero porque las gentes eran malas con “tatita” Dios; antes que lo mataran, cuando todavía andaba por el mundo, lo regañaban mucho y lo mandaban a escardar la tierra solo, y como veían que regresaba al poco rato, creían que no lo había hecho y lo regañaban duramente. Le decían: “Malcriado el muchachito que no hace nada y lo ponían en otro negocio, que también en el ‘ahorita’ lo hacía.

 

“Tatita” Dios se cansó, hizo su casita y se puso a vivir solo; luego salió el sol y todo lo quemó menos la casa de Dios. Al poco tiempo “tatita” Dios y la virgen se pusieron a jugar e hicieron otra vez a los hombres con barro, pero también éstos les salieron malos, por lo que “tatita” Dios les mando un  diluvio.  Unos cuantos de estos hombres, que eran muy chiquitos, se subieron al cerro y permanecieron ahí hasta que pasó el diluvio.  El agua duró mucho tiempo y cada rato venían los cuervos y los güijoles a pararse en el suelo, es por eso que ahora tienen los pies negros porque había mucho lodo. Así que vieron que el suelo estaba duro, se bajaron los niños a sembrar, sembraban un día y al otro; ya estaba la milpa jiloteando. Pero eran muy vagos los niños y daban mucha lata, por lo que “tatita” Dios les empezó a buscar trabajo; cuando volvieron a sembrar ya no jiloteó al día siguiente, sino hasta los cuatro días, pero como los niños seguían siendo vagos, “tatita” Dios hizo que les jiloteara hasta los quince días, y como  la gente ha seguido siendo mala, “tatita” Dios los hace trabajar más y ahora tarde en jilotear cuatro o cinco meses, y se dice que si siguen siendo malos, a lo mejor pronto ya les va a tardar hasta un año o no va a jilotear más.