“EL MERO” ACOSTA, EL GRAN CACIQUE DE “EL RANCHITO”

Por Ramón F. Zamora

 

 

De julio de 1914 a marzo de 1915, debido al caos político reinante en el Estado nadie quería asumir las funciones de Presidente Municipal en Hermosillo, por lo que Don Francisco M. Ayón, en su carácter de Prefecto Político del Distrito tomó las riendas del Municipio. En consecuencia, y según la Ley Orgánica vigente, los Prefectos eran superiores jerárquicos de los Ayuntamientos, y el conducto obligado para tratar todo asunto con el Gobierno del Estado. Este doble carácter de superior y subalterno se juntó en Ayón y continuamente se daba el caso, por demás curioso y anormal, de que Ayón Prefecto le ordenaba a Ayón Presidente y éste le contestaba a aquel de cumplido. Pero esto es una bicoca y nada vale con lo que pasó aquí mismo en los años de 1924 a 1925 con mi buen amigo Gabriel Acosta (a) “El Mero”, quien en esos años asumió más poder que todos los dictadores habidos y por haber, pues en su robusta persona se consumó la trilogía católica de tres personas distintas y una sola verdadera a saber: era al mismo tiempo Delegado de Policía de El Ranchito, Juez Menor y Comisario de Aguas. Ya debes suponer, lector, cómo se las barajaba El Mero, pues él mismo se ordenaba y él mismo se contestaba de cumplido o de enterado según el asunto que tramitaba por lo que la Comisaría de El Ranchito se hizo famosa y obligó a decir muchas veces a mi buen amigo Clemente H. Avila, Presidente Municipal de Septiembre de 1924 a Marzo de 1925, esto que transcribo textualmente: Zamora: Cuando venga “El Mero” tu lo atiendes, porque cuando me habla de algún asunto no se si es el Comisario, el Juez Menor o el Juez de Aguas, y me hago un lío y se me olvida “hasta el sexo a que pertenezco”.